Engañado ante ilusión tan cierta,
deje a mi corazón correr aprisa;
mas hoy mis labios que brotaban risa,
claman dolor ante la herida abierta.
Ahí sembré pasión, sin ser mi huerta,
mas hoy mis ojos son quien me lo avisa;
y el fruto cosechado la ceniza,
por esa tierra estéril, siempre muerta.
Qué tonto por confiar a quien dolida,
me dio sus mieles anhelando olvido,
buscando en mi, la artificial salida;
robó mi voluntad y mi sentido,
latente siempre aquel que fue su vida,
aparece y… adiós lo que he querido.